Te sentí sin tocarte
Cruzamos la tarde
como quien roza el agua
para así dejar huella.
No hizo falta palabra.
Tus ojos, al irte,
dejaron suspendido en el aire
un eco sin sonido.
Un silbido leve,
como la brisa entre cortinas,
bastó para que mi pecho
reconociera tu latido.
Y justo cuando mis dedos
iban a decir tu nombre,
la luz del teléfono
se encendió con el tuyo.
No arrastré la noche,
arrastré tus pasos invisibles
junto a los míos,
como sombras que se abrazan
sin romper el suelo.
Hay miradas que tocan más
que mil manos.
Y hay silencios
que saben decirnos
todo lo que aún no sabíamos.
Porque el amor,
cuando es raíz en dos cuerpos,
no se busca:
se siente.
Y basta el cruce de un gesto,
la demora exacta de un adiós,
para saber que ya estamos
en casa.
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