Te sentí sin tocarte

Cruzamos la tarde como quien roza el agua para así dejar huella. No hizo falta palabra. Tus ojos, al irte, dejaron suspendido en el aire un eco sin sonido. Un silbido leve, como la brisa entre cortinas, bastó para que mi pecho reconociera tu latido. Y justo cuando mis dedos iban a decir tu nombre, la luz del teléfono se encendió con el tuyo. No arrastré la noche, arrastré tus pasos invisibles junto a los míos, como sombras que se abrazan sin romper el suelo. Hay miradas que tocan más que mil manos. Y hay silencios que saben decirnos todo lo que aún no sabíamos. Porque el amor, cuando es raíz en dos cuerpos, no se busca: se siente. Y basta el cruce de un gesto, la demora exacta de un adiós, para saber que ya estamos en casa.