Arte


Mirarte

Acariciarte

Besarte

Amarte

Tocarte

Abrazarte

Darte

Apoyarte

Colmarte

Alucinarte

Contarte

Admirarte

Acostarte

Abrigarte

Recordarte

Acompañarte

Alegrarte

Y no fallarte.


Y volver a hacer

Todo eso junto a ti

Es arte.
 

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El temor anidando en los sentires

En los ojos de otro yace un temor profundo, Sus sentimientos en jaulas,  Cautivos del futuro incierto, El miedo te inmoviliza, atada en cadenas de duda, El corazón anhela volar, mas el miedo lo retiene. En la oscuridad de su mente, las sombras se alargan,  El qué será y el qué podría ser, se entrelazan en un nudo, El amor espera en la distancia, pero el miedo le pone cerco, El dolor de la incertidumbre,  Es un eco que resuena. Oh, cuán triste es ver a otro en la prisión del temor, Lucha por liberar las emociones encadenadas, Anhela desatar los lazos que la restringen, Para que el corazón pueda finalmente florecer. En esta danza de inseguridad y esperanza, El deseo de romper las cadenas se hará fuerte, Espero que encuentre el valor en su interior,  El coraje perdido, Para enfrentar el miedo  Y liberar los sentimientos cautivos.
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Tormenta serena

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  En el sofá, tu figura reposa serena,   Envuelta en calma, un oasis en mi vida,   Tu mirada tranquila, como el río que serpentea,   En contraste con el bullicio que me convida. A veces, tus manos tiemblan con ansiedad,   Inquietud que despierta tormentas en mi ser,   Dudas que se agitan con la tempestad,   ¿Vale la pena amar así, perder el querer? Pero al contemplarte en tu reposo,   Se disipan mis temores, se calma mi afán,   Eres el faro en medio del océano espumoso,   Que guía mi barca hacia la paz y el bienestar. Tus nervios son como las olas que agitan,   El mar de mis emociones, pero aún así,   Prefiero navegar contigo, aunque palpite mi pecho y se agiten,   Porque contigo, amor mío, todo tiene su fin. En tus ojos encuentro el refugio,   Donde descansar del vaivén del mundo,   Y aunque a veces dudar pueda ser un oficio,   Conti...
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Te sentí sin tocarte

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Cruzamos la tarde como quien roza el agua para así dejar huella. No hizo falta palabra. Tus ojos, al irte, dejaron suspendido en el aire un eco sin sonido. Un silbido leve, como la brisa entre cortinas, bastó para que mi pecho reconociera tu latido. Y justo cuando mis dedos iban a decir tu nombre, la luz del teléfono se encendió con el tuyo. No arrastré la noche, arrastré tus pasos invisibles junto a los míos, como sombras que se abrazan sin romper el suelo. Hay miradas que tocan más que mil manos. Y hay silencios que saben decirnos todo lo que aún no sabíamos. Porque el amor, cuando es raíz en dos cuerpos, no se busca: se siente. Y basta el cruce de un gesto, la demora exacta de un adiós, para saber que ya estamos en casa. 
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